Artículo de nuestro presidente, Santiago Iribarren Santesteban, en el DÍA MUNDIAL DE LA ARQUITECTURA
Uno de los primeros recuerdos de mi vida se sitúa en un aula de párvulos de los Escolapios de Pamplona. Era una espacio luminoso y lleno de color. Lo recuerdo como con una clara sensación de acogida. Seguro que la calidad humana del Padre Joaquín tenía mucho que ver. Lo cierto es que aquel lugar transmitía paz.
Pero recuerdo también la angustia de los primeros días en aquellas aulas con grandes ventanales abiertos a la escuela Vázquez de Mella. Nos alineaban en pasillos y escaleras, para mí, inmensos, donde conseguía distraerme mirando los dibujos geométricos de aquellas baldosas hexagonales.
Ya como nuevo universitario, recuerdo la fascinación que me produjo la entonces reciente estrenada Escuela de Arquitectura. Precisamente hace unos días volví a ese lugar y tuve la sensación de que el tiempo se había detenido después de casi cuatro décadas…
Escribo estas letras mientras los arcos de ladrillo rojo del parque de la Media Luna me evocan muchos momentos pasados alrededor de su estanque.
Todo esto me hace pensar que los lugares donde hemos vivido, donde hemos sentido el paso de los días, tienen que ver, para bien y para mal, en lo que vamos siendo. Y que detrás de cada lugar está el trabajo, la pasión y la creatividad de un arquitecto.
Ahora somos ya más de mil los arquitectos colegiados en Navarra. En aquellos años que ahora rememoro, la década de los 60, apenas eran una treintena… Somos un colectivo plural. Después de una exigente época de formación lo que intentamos es vivir de nuestra querida profesión buscando diferentes formas de ejercicio, todas ella igualmente lícitas y respetables. Las exigencias técnicas son cada vez mayores y eso nos obliga a la especialización en diferentes campos de la arquitectura y urbanismo.
Este año el lema oficial para celebrar la Semana Mundial de la Arquitectura, que hoy, primer lunes de octubre, comienza, es “Calidad Arquitectónica, una garantía para el bien común”.
Soy optimista y pienso que la calidad de los espacios urbanos y de los edificios es cada vez mayor gracias al trabajo de muchos profesionales y a la implementación de normativas, aunque muchas veces extenuantes. No comparto las añoranzas de tiempos pasados donde se confunde la idealización de los recuerdos con la realidad de una pequeña ciudad provinciana carente de servicios y espacios públicos.
¿Dónde radica esa mejor calidad? Diseño, imagen, innovación, rigor, oficio, satisfacción del cliente, mantenimiento, control de costes, eficiencia… Todas son cualidades de la buena arquitectura y del buen ejercicio de la profesión. Ninguna es desdeñable. La sociedad nos exige no olvidar ninguna…
El futuro pasa por edificios de consumo casi cero y la incorporación de la industrialización en los procesos. El objetivo no puede ser otro que la mejora de la calidad de la arquitectura, y esa calidad está en manos de los arquitectos.
Sin embargo, la realidad de nuestra profesión no invita al optimismo. Los estudios de arquitectura atraviesan una situación de crisis desde hace años. Los honorarios han bajado de forma alarmante desde la gran crisis de la construcción del 2008. El exceso de oferta y la presión de los promotores públicos y privados han hecho que la media de los ingresos de los arquitectos esté por debajo de lo razonable. En este momento iniciar la carrera de Arquitectura es una opción a la baja entre los jóvenes universitarios.
La garantía de calidad de todos los profesionales con título de arquitecto es un bien público, no solo para los propios arquitectos, sino para todos los agentes económicos. En consecuencia, la calidad arquitectónica debe estar ligada a unos honorarios justos para los profesionales, que contrapesen la cada vez mayor complejidad técnica, la responsabilidad que asumimos y los procesos burocráticos cada vez más largos, complejos y exigentes.
Nuestro mayor patrimonio es la aportación de ideas, aunque, paradójicamente, estas no tienen valor en los procesos de adjudicación de proyectos, sean públicos o privados.
Sirva como ejemplo el concurso para la renovación del Paseo Sarasate. Se presentaron 16 equipos. Calculamos que para una presentación de ese tipo cada uno de los estudios debe incurrir en unos gastos de aproximadamente 6.000€. Trece de ellos lo hicieron sin recibir nada a cambio. Los tres ganadores debieron desarrollar un trabajo añadido hasta completar la documentación requerida en el concurso y recibieron 10.000€ cada uno de ellos como gratificación.
Estamos ante una situación que no es sostenible y perjudica a la calidad de la arquitectura. Es una obligación del Colegio Oficial de Arquitectos luchar por dignificar nuestra profesión y el ejercicio de la misma en condiciones laborales justas. Con ello, cada uno de nosotros tendrá más posibilidades de cumplimentar su obligación moral respecto a la calidad de nuestro trabajo. El objetivo es crear los mejores espacios para la educación y la sanidad, lugares de trabajo eficientes, espacios urbanos humanos y las mejores viviendas con los precios más ajustados. En definitiva, solo sirviendo al bien común el ejercicio de la arquitectura encontrará su razón de ser. Hagámoslo entre todos posible.
Santiago Iribarren Santesteban
Presidente de la Delegación en Navarra del COAVN (Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro)
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