Exposición FERNANDO REDÓN HUICI, ARQUITECTO. 12 OBRAS MAESTRAS, 1957-1971 (hasta 27 julio)

(29/6/2017)

¡ATENCIÓN! Os comunicamos que esta exposición permanecerá abierta finalemente hasta el 27 de julio (y no  hasta el 29 de junio, como inicialmente estaba previsto) en nuestra sede colegial (Avenida del Ejército, 2-7ª planta) en Pamplona en su horario habitual (lunes a viernes, de 9 a 14h) a excepción de las fiestas de San Fermín, en que nuestras oficinas permanecerán cerradas.

Como sabéis, la exposición se encuentra en nuestra sala de usos múltiples, dispone de un catálogo de consulta y la entrada a la misma es gratuita.


 

Título: Fernando Redón Huici, arquitecto. 12 obras maestras, 1957-1971

Comisario: Luis M. Fernández -Salido

Diseño y montaje: Luis M. Fernández-Salido

Redon_Cartel WEB

Lugar: COAVN Navarra (sala usos múltiples) / Avda. del Ejército, 2-7ª planta. Pamplona-Iruña

Horario: de lunes a viernes, de 9 a 14h. (Salvo los días 28 mayo, 29 mayo, 7 junio y 12 junio)

INAUGURACIÓN: Jueves 26 ABRIL 19:30 h. Entrada libre. Lunch posterior

 

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Fernando Redón Huici

12 obras maestras, 1957-1971

Con esta exposición de 12 obras maestras (1957-1971) de Fernando Redón (1929-2016), el Colegio Oficial de Arquitectos Vasco Navarro rinde tributo al gran arquitecto navarro, fallecido en noviembre de 2016.

La exposición, cuyo germen se encuentra en la Exposición ‘Fernando Redón Huici. Obra cívica / Arkitekturaz haratago’ (Pamplona, 2015), se ha ceñido a 12 edificios representados en 20 fotografías en blanco y negro:

  • 1957  Casa Aranzábal. Vitoria
  • 1959  Casa Huarte. Pamplona
  • 1961  Viviendas de las Hiedras, Pamplona
  • 1962  Club Klinker. Olazagutía
  • 1963  Torres de Huarte, Pamplona
  • 1964  Club de Golf, Ulzama,
  • 1964  Torre de Erroz, Pamplona
  • 1966  Local para la Caja de Ahorros Municipal, Pamplona,
  • 1967  Convento de la Agustinas de San Pedro, Pamplona
  • 1968  Clínica Ubarmin, Elcano,
  • 1970  Casa Redón, Urrizola, Ulzama
  • 1971  Edificio de Control, Fábrica Portland, Olazagutía

Todos ellos forman parte del más destacado patrimonio edificado de la arquitectura navarra. Es tal su calidad y relevancia que ocupan además un papel muy destacado en el contexto de la arquitectura moderna española, transitando entre el racionalismo y el organicismo.

La muestra traza un viaje en el tiempo que va desde el año 1957 en que Redón termina la carrera y construye la Casa Aranzábal, en Vitoria, hasta 1971, cuando erige el Edificio de Control de la Fábrica Portland, en Olazagutía. Un ciclo vital y profesional en el que Redón revisa los ideales de las vanguardias con la intención de devolver la arquitectura a la ‘arena’ de la vida.

Junto a Javier Guibert, Redón formó uno de los equipos de arquitectos más brillantes del panorama nacional. A lo largo de una breve pero intensa carrera en común, que apenas duró 8 años, en la ciudad de Pamplona y en su entorno, edificaron varias de las piezas arquitectónicas más sugerentes e interesantes de la década de los años 60. Ambos fueron merecedores de los 2 únicos premios ‘Plomada de Oro’ que el Colegio ha concedido hasta el momento, en reconocimiento a toda su trayectoria profesional. Guibert en 2006, Redón en 2015.

La arquitectura de un humanista

Si en el Renacimiento los grandes arquitectos comenzaron siendo pintores, en los años en que Fernando Redón cursó la carrera, en las escuelas técnicas la exigencia en el dibujo era todavía muy alta, teniendo que superar además unos exámenes de ingreso de enorme dureza. Esa podría ser una de las razones de la inclinación artística de muchos de los arquitectos de su generación. Así, un arquitecto que hubiera preferido dedicarse a las Bellas Artes, apasionado desde la infancia por el dibujo y la acuarela, y más tarde por la pintura, eligió la Arquitectura por amor a sus padres.

Redón tuvo la oportunidad de vivir la construcción como parte de su entorno familiar. Desde niño empezó a pisar las obras de la mano de su padre, ingeniero de caminos, y de su tío, arquitecto. Todo ello fue determinando su brillante y polifacética trayectoria, cimentada en parte en su talento para el dibujo, para ver y aprender del mundo a través de ese fantástico método de conocimiento, pues según sus palabras “el dibujo está en la base de casi todo”, y sin duda es la disciplina sobre la que se sustentan desde su origen la arquitectura, el diseño y la pintura. En estas formas artísticas, Fernando Redón brilla con luz propia desde una sensibilidad especial para la composición y las proporciones, para captar la luz y el color y para construir espacios emocionantes. Una mirada poética también presente en sus fotografías y en el modo en que éstas atrapan “el instante decisivo”, según la expresión de Cartier-Bresson.

En 1957, cuando Redón regresa a Pamplona tras titularse en Madrid se encuentra con una ciudad de provincias, conservadora y antigua, a la que ofrece todo el potencial de una agenda moderna establecida con claridad. En esos años grises de la posguerra, en Álava y Navarra construye las primeras obras netamente comprometidas con su tiempo. En Vitoria, la Casa Aranzábal; en Pamplona, la Casa Huarte y el Edificio de viviendas de “Las Hiedras”. Tres edificios pioneros en los que Redón plantea los principios de la arquitectura moderna con una contundencia desconocida en esas ciudades.

Aquellos fueron años de profundos cambios ideológicos y sociales, cambios que desplazaron la fe en el progreso científico y el idealismo de las vanguardias en favor de corrientes críticas como el organicismo y el neorrealismo. En España, el ansia de recuperar el tiempo perdido generó una situación compleja y plural, donde ortodoxia y revisión se entrelazaban. Esas tensiones llevaron a Redón Huici a trazar su arquitectura desde la vertiente humanista de la razón y de la función, a través del arraigo y la elocuencia formal.

Durante la primera mitad de los 60, Redón formó con el arquitecto pamplonés Javier Guibert, uno de los equipos más brillantes e innovadores del norte peninsular. Con Guibert construyó varios edificios emblemáticos de Pamplona, como las Torres de Huarte o la Torre de Erroz, y de su entorno, como el Club Klinker de Olazagutía o el Club de Golf de La Ulzama. Piezas en las que se manejaron con gran soltura entre registros racionales, orgánicos y populares.

A partir de 1966 en solitario, continuará su trabajo en pos de una interpretación más humana de la arquitectura moderna. Concibe así edificios de lecturas cada vez más sofisticadas, como el Convento de San Pedro, la Clínica Ubarmin o un gran número de viviendas y de locales comerciales que marcarán una época en la ciudad. En estas propuestas además, Redón se mostrará sensible a la evolución de las aspiraciones arquitectónicas de ese periodo, como integrante de la tercera generación del Movimiento Moderno. Compartiendo las inquietudes de muchos de los arquitectos esa generación, durante esa etapa Redón defenderá la complejidad y la riqueza de la disciplina, frente al lenguaje puritano de la arquitectura moderna ortodoxa. Tales intenciones, junto con su inclinación expresionista, harán que cuestiones constructivas elementales como sostener el edificio, introducir y controlar la luz natural, defenderse de la orientación desfavorable o evacuar la lluvia, se exacerben con carácter retórico y simbólico.

Su obra, siempre concebida desde su ciudad, supuso el brillante arranque de las profundas transformaciones que tanto Pamplona como Navarra han experimentado, en términos de cultura arquitectónica, en la segunda mitad del siglo XX. Pero además, con su trayectoria es capaz de representar una historia más amplia, la del ciclo trazado por la arquitectura española desde los años 50, cuando se recupera con fuerza el pulso de lo moderno, hasta mediados de los 70, cuando éste se desvanece con la crisis de la propia modernidad. Un ciclo vital en el que Redón revisa los ideales de las vanguardias con el propósito de devolver la disciplina a la ‘arena’ de la vida, parafraseando la expresión de Philip Drew.

De esa forma, sus edificios, ya sean viviendas unifamiliares o colectivas, clubes sociales o locales de negocio, son un ejemplo de cómo la nueva arquitectura se puede reencontrar con los valores domésticos y de pertenencia a un lugar. Así, y en la mejor herencia de Wright, Neutra y Aalto, la comodidad, la calidez y la intimidad se integran en el ideal moderno de vida al exterior, en contacto con la naturaleza y sus alegrías esenciales.

Con una actitud similar, en 1992, Fernando Redón representó a Navarra en la Exposición Universal de Sevilla a través de dos de sus emblemas, sus casas populares y sus bosques. Una propuesta con la que este arquitecto pamplonés cierra el círculo que, desde sus inicios, describe en torno a la forma arquetípica del habitar. Por su labor al frente del Pabellón de Navarra, del que además fue director durante la feria, le fue concedida la Encomienda del Mérito Civil.

En paralelo a su trabajo como arquitecto, Redón ha desempeñado desde diversos cargos públicos un relevante papel como representante del mundo de la cultura. Ha desarrollado también una meritoria labor docente como profesor de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Además ha sido comisario y diseñador de numerosas exposiciones sobre el patrimonio artístico de Navarra, y ha colaborado en la edición, el diseño y las ilustraciones de un buen número de publicaciones sobre el arte y la naturaleza de esta comunidad. En todas estas actividades, Redón Huici siempre ha proyectado su condición de arquitecto. La amplitud y calidad de sus aportaciones en un rango tan amplio de registros culturales le hicieron merecedor del Premio Príncipe de Viana de la Cultura del año 2004.

De la calidad de su trabajo dejaron constancia en su momento, las revistas más importantes de arquitectura de tirada nacional (Hogar y Arquitectura, 1967; Nueva Forma, 1974) y algunas de ámbito internacional (Baumister, 1972). En buena medida, la riqueza de su obra reside en el equilibrio que establece entre el realismo profesional, el idealismo moderno y la expresión de la forma. De ahí, también, su carácter singular, siempre abierto y permeable y, al tiempo, de una gran coherencia disciplinar, pues no nace de una posición formal única ni de un estilo, sino de una determinada actitud basada en la realidad constructiva, en la eficacia en el funcionamiento y en la emoción de los recintos.

Con ella, impulsado por el sentimiento de la época, Fernando Redón propone una relectura del movimiento moderno que va más allá del mito de la máquina, para volver a situar al hombre en el centro. Una lectura elaborada, además, desde una mirada permeable y sensible hacia el lugar y hacia su tradición como legado, consciente de que la arquitectura modela su entorno, el paisaje y su cultura, y por tanto, el espacio en que se desarrollan nuestras vidas.

 

Luis M. Fernández Salido

Comisario de la exposición

COAVN. Delegación Navarra.

Del 26 de abril al 29 de junio de 2018, sala de usos múltiples

 

 

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